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  • Alejandra Mora

Un mundo con menos pobreza, pero más desigual

Actualizado: 4 mar 2019





El crecimiento económico en general trae aparejado incrementos en el nivel de vida de las personas, y por ende reducciones de la pobreza, medida tanto a través de indicadores monetarios del nivel de vida (ingreso o consumo), como de indicadores no monetarios (vivienda, salud, educación). La reducción de la pobreza ha sido notable en varios países desarrollados, y del sur y este de Asia. El buen desempeño de estas regiones con alta población ha implicado una reducción significativa del conteo de pobres a nivel mundial. La historia no ha sido igualmente exitosa en otras regiones del mundo: el desempeño de América Latina, Europa del Este y el resto de Asia ha sido modesto, mientras que en África la situación continúa siendo muy grave, sin avances significativos (World Bank, 2005). En un reciente artículo Sala-i-Martin (2006) confirma la reducción en el número de pobres desde 1970. Utilizando una línea de USD 1 al día por persona, se reporta una caía en la proporción de pobres de 20.2% en 1970 a 7% en 2000. Al medir a la pobreza en función de indicadores no monetarios las conclusiones resultan favorables. Durante las últimas décadas se han producido avances en casi todo el mundo en términos de acceso al agua, expansión de la educación y reducción de la mortalidad. Si bien estos progresos son muy destacables, parecen aun insuficientes en relación a la gravedad del problema, y modestos al contrastarlos con el potencial generado por el enorme aumento de la riqueza en los países más desarrollados del mundo. La evaluación de los cambios en la desigualdad a nivel mundial admite varios enfoques. Por un lado, es posible considerar a cada país como una unidad y preguntarse acerca de la distribución del ingreso entre países. Las estimaciones en este caso indican en general un aumento de la dispersión de ingresos a nivel mundial. Como alternativa, es posible considerar al mundo como un todo y preguntarse acerca de la distribución personal del ingreso en la “aldea global”. En contraste con el resultado mencionado arriba, en este ejercicio la distribución del ingreso se ha vuelto sensiblemente más igualitaria (Sala-i-Martin, 2006). La principal razón radica en el significativo incremento

del nivel de vida de grandes sectores de la población de China y el sudeste asiático. Finalmente, la tercera alternativa consiste en evaluar la evolución de la desigualdad en la distribución del ingreso en cada país y promediar los resultados. El cuadro 1 sugiere que la desigualdad a nivel nacional ha aumentado en todas las regiones del mundo desde la década del 70.



La distribución del ingreso es el resultado de una multiplicidad de factores difíciles de aislar en un estudio empírico, o aun de identificar claramente en un modelo teórico. Los estudios sobre determinantes distributivos suelen examinar algún conjunto específico de posibles causas, ignorando el resto. En esta sección se indican varias de las principales contribuciones de las últimas décadas, las cuales provienen de distintos campos de la Economía.

La Economía Laboral es una de las principales fuentes de estudios distributivos: entender las razones que determinan la estructura salarial y de empleo y sus cambios en el tiempo es un paso esencial en la comprensión de la distribución del ingreso. Alentada también por el desarrollo de las computadoras y las encuestas, la literatura laboral se ha agigantado en las

últimas décadas, permitiendo una mejor comprensión del papel de la educación formal, el capital social y el talento individual como determinantes de los ingresos laborales. Esta literatura ha discutido extensamente el impacto de los cambios en las instituciones laborales y las tecnologías de producción sobre la estructura salarial, y en particular sobre la brecha salarial entre trabajadores con distinto grado de calificación.

Una parte de la literatura se ha focalizado en la relación entre comercio internacional y desigualdad salarial. El incremento del intercambio comercial en el mundo, los cambios en los precios relativos de los bienes y el aumento de la desigualdad fomentaron el estudio empírico del teorema de StolperSamuelson y otras proposiciones que vinculan al comercio con la estructura salarial (Bound y Johnson, 1992; Freeman, 1995; Leamer, 1996). El reciente debate sobre el potencial impacto de la globalización sobre la pobreza y la desigualdad ha reavivado el interés por los vínculos teóricos y empíricos entre la integración y las estructuras de remuneración al interior de las economías nacionales (Berry, 2002; Bourguignon et al., 2002; Ravallion, 2003 y 2004).





La macroeconomía estuvo tradicionalmente disociada de la distribución personal del ingreso. La posibilidad de introducir modelos con agentes heterogéneos abrió la puerta al estudio “macroeconómico” de fenómenos distributivos. En particular, durante las últimas décadas se desarrolló una literatura que modela la dinámica distributiva a partir de shocks que perturban un equilibrio con agentes semejantes, o que difieren en alguna característica específica (ej. dotaciones, aversión al riesgo). Galor y Zeira (1992), Benabou (1996), Aghion y Howitt (1998) y Banerjee y Duflo (2000) son algunos ejemplos destacados de esta floreciente literatura. La literatura de economía política (political economy) reconoce que las pujas distributivas son factores importantes que determinan la implementación de ciertas políticas económicas. A su vez, la distribución del ingreso resultante en un país es afectada por la estructura política y de intereses. La literatura que vincula fenómenos distributivos con política económica e instituciones se ha desarrollado con particular intensidad desde los 90. Perotti (1993), Alesina y Rodrik (1994), Persson y Tabellini (1994), Benabou (2000) y Alesina y Angeletos (2003) constituyen algunos de los pilares de esta nueva corriente. Otros autores focalizan su análisis sobre instituciones informales: la pertenencia a grupos afecta comportamientos y el acceso a oportunidades, pudiendo implicar dependencia de estado y fenómenos como el de la trampa de la pobreza. Durlauf (2003) resume la teoría de grupos y del capital social, y sus implicancias sobre la política redistributiva. Las razones sobre la persistencia de la desigualdad y la movilidad intergeneracional son discutidas extensamente en Piketty (2000). La literatura empírica reciente está contribuyendo a identificar las razones de la persistencia intergeneracional de ingresos, y el papel de la educación y el capital social (Restuccia y Urrutia, 2005).






Los cambios demográficos son afectados y a su vez impactan sobre la distribución del ingreso. Las decisiones sobre conformación de pareja, número de hijos y herencia son determinantes distributivos importantes. Atkinson y Stiglitz (1980) discuten extensamente estos puntos en la teoría, mientras que un nutrido grupo de contribuciones más recientes ofrecen evidencia empírica (Fernández et al., 2001, Marchionni y Gasparini, 2006). Muchas de las diferencias distributivas actuales entre países tienen sus raíces en fenómenos históricos. Por ejemplo, existe evidencia que indica que América Latina fue una región de desigualdades extremas desde la época de la conquista. Una interesante literatura que combina argumentos económicos con evidencia histórica intenta dar cuenta de este tipo de hechos, y su persistencia a lo largo de los siglos (Engerman y Sokoloff, 1997 y 2005; Robinson y Sokoloff, 2003). La literatura citada utiliza variados instrumentos de análisis empírico: estadísticas no condicionales, regresiones multivariadas, modelos de equilibrio general computados y estudios de casos. A estas técnicas usuales de análisis empírico, los estudios distributivos suelen agregar descomposiciones, las cuales permiten caracterizar la estructura de una distribución y sus cambios en el tiempo. La literatura de descomposiciones ha crecido en importancia recientemente. La descomposición clásica de Theil ha sido ampliada para el caso de cambios en la desigualdad (Tsakloglou, 1986) y a otros indicadores (Lambert, 2001). Más importante ha sido la aparición de técnicas de microsimulaciones, que permiten evaluar los cambios en una distribución bajo escenarios alternativos, en base a la simulación de ingresos a nivel individual. Esta literatura tiene sus orígenes en los trabajos de Blinder y Oaxaca en los 70, y ha sido extendida para analizar temas distributivos por Juhn et al.(1993) y Bourguignon et al.( 2004), entre otros. Hoy en día las microdescomposiciones son una herramienta esencial para caracterizar el nivel y los cambios en la pobreza, la desigualdad y otras dimensiones distributivas.

Dada la enorme complejidad de los factores que afectan la distribución del ingreso y las subjetividades a la hora de evaluar cambios distributivos, es ingenuo esperar que la Economía brinde un recetario simple sobre las políticas redistributivas óptimas. Si bien suele haber acuerdo sobre el papel de ciertos factores (educación, estabilidad macroeconómica, focalización y eficiencia del gasto social), el debate está abierto respecto del impacto redistributivo de muchas otras medidas de política económica (ej. liberalización económica,

privatizaciones, instituciones laborales, etc.).

El aporte de la Economía ha sido significativo en términos de la evaluaciónde las políticas públicas. Por un lado, el análisis de incidencia del gasto público y los impuestos ha avanzado considerablemente. La generalización del análisis de tratamiento con instrumentos experimentales o no experimentales ha permitido una mejor representación de la situación contrafáctica de ausencia de algún programa público, y por ende una evaluación más rigurosa del verdadero impacto causal del programa (Heckman et al., 1999, Ravallion, 2005). El análisis de incidencia tributaria intertemporal, más generalizado desde los 90, ha permitido una mejor evaluación del impacto redistributivo de los cambios tributarios (Fullerton y Metcalf, 2002). A su vez, se han desarrollado un conjunto de indicadores para resumir el carácter pro-pobre de un programa, o el grado de progresividad de un gravamen (ver Lambert, 2001), que permiten una mejor ilustración del impacto redistributivo de las políticas públicas.

Las microsimulaciones mencionadas en la sección anterior son crecientemente utilizadas para obtener aproximaciones al posible impacto directo de ciertas políticas públicas. A partir de la estimación de modelos de determinación de ingresos, es posible simular el impacto distributivo de cambios en las características que afectan los ingresos y/o en sus retornos.

Idealmente estos cambios se desprenden de un modelo de equilibrio general computado que permite tomar debida cuenta de los impactos interconectados de de cada shock sobre toda la economía. Los modelos que combinan equilibrio general computado con microsimulaciones (el enfoque micromacro) están en pleno proceso de desarrollo (Bourguignon y Pereira da Silva, 2003; Lofgren et al. 2003; Robilliard et al., 2001).




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